Es una tarde plácida de un sábado de otoño cualquiera.
Mi vecino sale al jardín de su casa con un humeante café en las manos.
Sonríe, tiene aire de satisfecho, feliz de la vida. Me gusta – pienso para mis adentros – que la gente esté feliz.

Mientras se pasea tiene en mente algo concreto. Lo veo porque va directo hacia un lugar, hacia el garaje exterior de la casa. Tendrá ganas de conducir – pienso.

Levanta la puerta manualmente y … ahí está, su Ford Mustang Coupé del ’67, color rojo con un par de líneas blancas. Recuerdo cómo lucía hace 2 veranos cuando lo sacaba para disfrutar de sus tardes de sábado. Eran amigos inseparables.

Su cara ha perdido la sonrisa. Lo echa de menos? Será eso. Bueno, eso o que lo tiene echo polvo, lleno de polvo, más bien. Eso duele.

Decidió no cuidarlo. Ya lo pintaré – me dijo. Pero no lo ha hecho. Pidió presupuesto y solo por pintar techo y parte posterior, le salía a un ojo de la cara. Mucho más de lo que le hubiera costado taparlo con la mejor de las fundas del mercado.

«Si lo hubiera sabido antes», se decía mientras acababa su amargo café…

 

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Sobre el Autor: Cris de Lamejorfunda

Amante de los coches clásicos y las vacaciones en familia. Desde siempre apasionada por la conservación de sus detalles y, por supuesto, su disfrute.

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